Ha
llegado a la conclusión de que el mundo se divide entre los que hacen cosas y
los que las controlan. Milton Glaser (Nueva York, 1929) habla de la ética del
diseñador y la resume en la siguiente diatriba: “si el deseo de un cliente de
obtener beneficios puede reconciliarse con nuestro deseo de no causar daño o,
dicho de otro modo, si podemos servir a un cliente y al público al mismo
tiempo”. Ese planteamiento lo presentó
en 2005, durante una conferencia en Boston recogida ahora, junto con otras tres
charlas, en el libro Diseñador/Ciudadano, cuatro lecciones breves (más o menos
sobre diseño) que ha publicado la editorial Gustavo Gili traducido por Álvaro
Marcos.
En
él cuenta que suele proponer a sus alumnos el siguiente cuestionario,
advirtiendo que las dos primeras preguntas son fáciles.
¿Estarías dispuesto a…?
1-Diseñar
un envase para que parezca más grande en el expositor.
2-Realizar
un anuncio para una película lenta y aburrida con el fin de que parezca una
comedia ligera.
3-Diseñar
un vetusto escudo de armas para un nuevo vino con el fin de hacer creer que
lleva mucho tiempo en el mercado.
4-Diseñar
una cubierta para un libro cuyo contenido sexual encuentras repelente.
5-Diseñar
una campaña publicitaria para una empresa con un historial conocido de discriminación
en materia de contratación de minorías étnicas.
6-Diseñar
el envase de una marca de cereales para niños de bajo valor nutricional y alto
contenido en azúcares.
7-Diseñar
una línea de camisetas para un fabricante que emplea mano de obra infantil.
8-
Diseñar una promoción para un producto dietético que sabes que no funciona.
9-Diseñar
un anuncio para un candidato político cuyas iniciativas sabes que serían
dañinas para la población.
10-Diseñar
un folleto promocional para un todoterreno que en condiciones de emergencia
tiene una tendencia a volcar que supera la media y que ha causado la muerte de
150 personas.
11-Diseñar
un anuncio para un producto cuyo uso continuado puede causar la muerte del
comprador.
También
reflexiona sobre la cultura de las pequeñas distorsiones tan extendida que ya
no podemos reconocerlas como mentiras”. “Vivimos rodeados de mentiras
procedentes del mercado, del gobierno y prácticamente de todas las
instituciones en las que alguna vez depositamos nuestra confianza”.
El
libro incluye así mismo el decálogo de las cosas que ha aprendido (desde a
trabajar solo con personas que le gustan, hasta menos no es siempre más o que
el estilo de vida condiciona el cerebro). Y deja para el final la función más
profunda del arte: la de crear una realidad alternativa. La función del arte es
instruir y deleitar. Cuando alguien se instruye, se fortalece. Por eso, a pesar
de todas sus dificultades, el diseñador Milton Glaser ha dedicado toda su vida
a crear cosas, no a controlarlas.
Por:
Anatxu Zabalbeascoa | 08 de enero de 2015
http://blogs.elpais.com/del-tirador-a-la-ciudad/2015/01/milton-glaser-nos-pone-a-prueba.html